La tecnología de los metales nos puede ilustrar dos extremos de la historia de la humanidad. Las historias del oricalco y el coltán nos llevas de la mítica Atlántida a las consecuencias de la tecnología necesaria para los celulares.
Refugiados de la Segunda Guerra del Congo, el segundo genocidio en cantidad de víctimas después de la Segunda Guerra Mundial, alimentado económicamente por la extracción, comercio y contrabando de coltán.
Por Diego Manuel Ruiz*
El avance de la tecnología humana es algo que nunca cambia; ya sea con consecuencias positivas o nefastas, no hay duda que el desarrollo de la humanidad trae cambios en muchos órdenes de la vida y de las ciencias. Un claro ejemplo es la clasificación de las diferentes eras de la historia humana en función del dominio de los materiales con los que se construían las herramientas: así la edad de piedra dio paso a la del cobre, luego la del bronce y más adelante vino la del hierro, haciendo crecer las civilizaciones y el conocimiento durante el proceso.
El asunto con los metales es que en general se encuentran combinados con otros elementos, por lo que en la mayoría de los casos no suelen encontrarse puros. Hay muy pocas excepciones, como el oro y el platino (se llaman "metales nobles"), pero a la mayoría le gusta la compañía. Es el caso del hierro, por ejemplo, que se encuentra comúnmente en la forma de óxido y no en la forma de metal en sí mismo.
Esa capacidad y "necesidad" de estar combinados, llevó a trabajar muchos metales en la forma de aleaciones, es decir una combinación conjunta de varios a la vez. El ejemplo inicial es el famoso bronce, una combinación de cobre y estaño, o el latón, constituido por cobre y zinc. El avance posterior de las ciencias llevó a trabajar otros metales y aleaciones mucho más valiosos en función de su uso tecnológico como el acero, el aluminio o el titanio entre muchos otros. Dos buenos ejemplos actuales del uso de diferentes aleaciones y minerales dan cuenta de los avances y cambios a lo largo de la historia son el oricalco y el coltán.
El oricalco es una aleación que hasta hace muy poco era considerado un mito: se trataba de un metal legendario que, según los escritos griegos de Platón, se encontraba en abundancia en la mítica Atlántida.
Mucho se habló durante siglos sobre el oricalco, y como siempre sucede, de tanto hablar el mito fue creciendo hasta llegar a ribetes de un metal más valioso que el oro o el platino. Sin embargo, la historia siempre nos trae sorpresas: en enero de 2015 cerca de Golfo de Gela en Sicilia (Italia) se hallaron los restos de un naufragio de hace 2.600 años que procedía de Grecia o Asia Menor que contenía 39 lingotes de una aleación metálica que se cree es el famoso oricalco.
Representación de la caída de la Atlántida, representada por el artista François de Nomé en el siglo XVII
El estudio científico de los lingotes arrojó un contenido de 70-85 % de cobre y 14-20% de zinc y vestigios de plomo, hierro y níquel. Dicha composición demuestra que se trata de una variante del latón, conocida como "Latón Dorado", la cual en la antigüedad tenía muchísimo más valor que el actual.
El caso del coltán no se relaciona con la tecnología de los antiguos, sino que está ligada al otro extremo de la historia, la actualidad, pues trata de la tecnología de los teléfonos celulares. Resulta que los metales Niobio y Tántalo (sí, esas cosas existen y los químicos las llamamos así) resultan indispensables para el desarrollo de los minúsculos circuitos debido a su gran resistencia al calor y la corrosión; eso los convirtió desde inicios de la década de 1990 en elementos indispensables para una industria que explotó prácticamente desde la nada por ese entonces.
La necesidad hizo que las industrias salieran a buscar las fuentes más accesibles de niobio y tántalo, una búsqueda que dio como resultado prácticamente un único mineral: el coltán.
El coltán es una mezcla de dos minerales: la columnita (formada por oxido de niobio, hierro y manganeso) y la tantalita (que como su nombre indica posee tántalo, junto a los otros mimos metales). El relevamiento mundial de yacimientos de coltán, un mineral que antes era una simple curiosidad sin uso ni aplicación, dio un resultado curioso: más del 60% de las reservas se encuentran en la República del Congo.
Pero lejos de tratarse de una panacea tecnológica, la extracción, el tráfico y la exportación del coltán, trajo como consecuencia la mayor pérdida de vidas desde la Segunda Guerra Mundial, contabilizándose más de 5 millones de personas.
Resulta que este mineral tiene una ventaja importante: no es una roca difícil de extraer, ni se encuentra bajo cientos de metros bajo la superficie, sino que se trata de un barro que puede extraerse manualmente con una simple pala. La consecuencia fue que cualquier persona podía extraerlo y el aumento exponencial en el valor desde la década de 1990 debido a la necesidad mundial para la tecnología de los celulares hizo explotar el mercado y, junto al mismo, a la sociedad: por un lado la explotación alimentó económicamente los diferentes bandos de un conflicto armado con los países vecinos Ruanda, Uganda y Burundi, y por otra parte la facilidad para la extracción por parte de los campesinos y las ganancias tremendamente superiores en comparación con la producción de alimentos hizo que la escasez de éstos resultara aún mayor: la principal consecuencia fue un aumento igual de importante en la caza de gorilas para comercializar su carne.
Llegado el siglo XXI, la demanda de coltán en la zona disminuyó debido que al parecer la "conciencia" de las industrias (si es que tal cosa existe) llevó a dejar de comprar el mineral de esa zona, cambiando su fuente por la de Australia, que probablemente tenga menos, pero sin tanto conflicto a su alrededor. Eso produjo otro cambio importante en las milicias de esa zona africana, cambiaron de metal: ahora es el estaño el que comercializan al mundo, debido al reemplazo del plomo por ese elemento para realizar soldaduras.
Es bueno repasar la historia del Tántalo y Níobe, los seres mitológicos cuyos nombres dieron origen a los de éstos elementos: Tántalo tuvo la idea de ofrecer las partes de su hijo Pélope descuartizado como ofrenda a los Dioses; como castigo fue obligado a pasar toda la eternidad sumergido en un lago con el agua hasta el cuello, con una rama de frutas encima de su cabeza, pero siendo incapaz de poder llegar a ellas. Níobe, otro hijo de Tántalo, alardéo tanto de tener tantos hijos e hijas que finalmente los dioses se los mataron a casi todos.
Guerra, destrucción de ecosistemas, hambre y codicia no suelen ser una buena combinación ni llevar a buen puerto, ya sea en el Congo o en la mítica Atlántida. Ya se trate de los millones de víctimas de la Segunda Guerra del Congo que se han acumulado gracias a la financiación del la industria y el contrabando de coltán o a la destrucción de las riquezas de un continente de ficción, no quedan dudas que la civilización y la tecnología no siempre llevan a buen puerto (como el barco que transportaba oricalco cerca de Sicilia).
*Docente de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales (UNLP)
Investigador de Centro de Investigación en Sanidad Vegetal (CISaV)
Editor General de la Revista de la Facultad de Agronomía
Co-editor de la Revista Investigación Joven
Divulgador científico.