Por Andreina Raimundo Binnewies y Diego M. Ruiz

la hora de las rivalidades, nuestra idiosincrasia ha dado ejemplos que se destacan en todas las áreas: Billiken y Anteojito, Radicales vs Peronistas, Team Verano-Team Invierno, o las deportivas River-Boca, o la platense Lobo vs León.

Pero si hablamos de una grieta marcada a fuego, hay una por el lado de las golosinas: Los que adoran los Caramelos Media Hora y aquellos que los detestan, no existe un término medio. Para dejarlo en claro, los dos autores de esta nota se ubican en extremos opuestos en este debate. Se trata de un caramelo de color ámbar oscuro, con una forma esférica y de consistencia dura… bastante dura.

Viene con un envoltorio en forma de moño de papel de un color que puede ser rojo, verde, negro, azul o amarillo, aunque en cualquiera de los casos el sabor (y el motivo principal de la eterna polémica) es siempre el mismo. El envoltorio tiene dibujado un reloj de agujas que marca la una y media. Su sabor se debe principalmente al anetol, un compuesto de la familia de los terpenoides, que se encuentra naturalmente en el aroma y sabor de especies como el anís o el hinojo. Al saborearlo, puede percibirse ese dejo parecido, aunque no idéntico, al anís acompañado por el dulzor azucarado del caramelo en sí, pero con un acompañamiento que podría describirse como un amargor particular que solo puede comprender quien haya probado un Media Hora (y posteriormente haya disfrutado o escupido, según la persona).

En sus primeros tiempos estos caramelos se promocionaron además como digestivos, pues su sabor remitía a los alimentos condimentados con regaliz, un vegetal muy usado para esos fines. De hecho, el producto original se conoció localmente como “pasta de orozuz”, y de hecho no solo le debemos sus usos terapéuticos y culinarios, sino que Dante Quinterno, al nombrar a su personaje más popular usando un término criollo, lo hizo llamándolo Patoruzú a partir del nombre de esa pasta.

Los Media Hora comenzaron a fabricarse en 1952 por Rufino Meana, un fabricante de golosinas que tenía una planta en Chacarita y luego una segunda en Uribelarrea, donde se elaboraba este producto. De hecho, tienen tanta historia, que son los segundos caramelos más antiguos de la Argentina después de los archifamosos Sugus (de 1931), y aún se siguen fabricando, aunque la empresa se vendió a Stani, luego a Cadbury, después a Kraft, que actualmente se llama Mondelez. Pero lo más llamativo (además del sabor) es el nombre de la golosina. ¿Por qué media hora? Y al respecto hay varias teorías; la primera es la más asociada a una versión que, vaya a saberse dónde surgió, pero fue pasando “boca a boca” en muchos lados, dice que media hora sería el tiempo que duran en la boca los caramelos cuando se lo saborea; pero la realidad es que ese tiempo se ha medido muchas veces y se verificó que dura entre 14 y 22 minutos.

Sin embargo, la versión más reconocida refiere a que se fabricaban con el residuo que quedaba al final de cada jornada en la fábrica, un material rico en glucosa, melazas y colorantes, material que recuperaban al limpiar la maquinaria media hora antes de cerrar. Ese material se juntaba, se le agregaba anetol como saborizante y con eso hacían los caramelos redondos que todos amamos (u odiamos).

Amados u odiados por igual, no hay duda de que los Media Hora no pasan desapercibidos.

Por Andreina Raimundo Binnewies y Diego M. Ruiz

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